Cuando me quedé embarazada, todo el mundo a mi alrededor se empeñaba en explicarme en lo que me iba a convertir yo, y cómo sería mi vida a partir de ese momento. Yo estaba cada vez más y más agobiada porque no me sentía identificada con nada de lo que escuchaba… con ninguna de las opciones.
Cuando nació mi hijo la cosa no mejoró, y a medida que yo iba luchando por encajar ese enorme cambio en mi vida sin perder mi identidad, me iba quedando más y más sola…
A veces el aislamiento no es físico. A veces ni siquiera es muy evidente y hace falta tiempo para darte cuenta de que a tu lado, no hay nadie. La falta de tribu, de apoyo, de respeto, de tolerancia… la disonancia cognitiva, la crítica, las indirectas disfrazadas de consejos, la condescencia o la burla son instrumentos de rechazo, condena y tortura más poderosos que el ostracismo social.
Hoy soy yo quien rechazo. Rechazo a los condescendientes y paternalistas, rechazo a los malintencionados y narcisistas, rechazo roles y estereotipos, rechazo a los falsos maestros y a los que hacen daño “sin intención ni maldad”, rechazo los consejos gratuitos no solicitados, rechazo a los irrespetuosos y agoreros, rechazo a los intolerantes y a los desinformados.
Estoy #HastaElToto de que me ofrezcan una gama limitada de opciones y me digan: “¿Ves?, puedes elegir. ¡Venga, elige!”.
Mi mejor opción siempre fui yo.
No me hace falta elegir. No me hace falta encajar. Me quiero permitir seguir equivocándome, cuantas veces haga falta para seguir aprendiendo. No necesito definirme. No quiero colgarme etiquetas.
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