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¿Existen o no los Reyes Magos? La disonancia cognitiva y la falacia lógica. O lo que es lo mismo: el ataque como respuesta ante sistemas de creencia y valores diferentes a los nuestros

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Ya he explicado muchas veces que en mi casa se celebran las fiestas navideñas, pero que a pesar de ello a mí me genera cierta incomodidad por cuanto implica mantener un engaño en el tiempo y por otros aspectos que convierten la Navidad en un auténtico Carnaval. El tema de los Reyes Magos es especialmente controvertido y esto es lo que sucede muchas veces cuando expreso mi opinión al respecto.

Este comentario es público y se puede ver al final de la siguiente entrada. A ver: en este blog todos los comentarios son moderados. Es decir: requieren de mi vista previa y aprobación para ser publicados. Así evito insultos, publicidad encubierta, spam, etc. Así que para mí sería muy fácil aprobar solo aquellos comentarios que refuercen mi propia opinión, pero aún así, me interesa mucho contestar este mensaje porque es un claro ejemplo de disonancia cognitiva (cuando una idea entra en conflicto con nuestro propio sistema de creencias y produce malestar e incluso un shock emocional) y de falacia lógica (cuando se ataca al mensajero porque no se dispone de argumentos con los que rebatir el mensaje).

Es decir: ante la incapacidad de discutir que engañar a los niños no está bien o de defender que los reyes existen, muchos papás y mamás terminan atacando a quienes no hacen lo mismo que ellos al sentirse ellos mismos atacados en su sistema de creencias cuando una persona no está de acuerdo con él. Mi intención en este post no es criticar ni hacer tambalear el sistema de creencias o los valores de nadie, sino expresar mi propia opinión al respecto. Mi postura ante este tema y otros es más bien la siguiente: si tú lo haces de una manera en la que crees y con la que te sientes cómodo, y te va bien; y yo lo hago de otra en la que creo, me siento cómoda y me va bien; ¡pues qué bien por ambas partes!, ¿no?

También advierto cierta falta de coherencia en este tipo de ataques: o estoy jodiendo la infancia a mi hijo por no engañarle, o soy hipócrita por engañarle y después defender que no debería hacerlo; pero no puedo ser acusada de ambas cosas a la vez, ya que ambos postulados son incompatibles y excluyentes.

Para ser totalmente justa, creo que de lo que se me podría acusar en todo caso es de ser cobarde, pero no hipócrita. Cobarde por no llevar a la máxima consecuencia mi postura, pero es que en este tema (como en tantos otros relacionados con la crianza), tengo dudas; y las tengo porque no soy una persona extremista y mi pensamiento no es dual. Es decir: no hay blanco o negro, todo tiene sus cosas buenas y malas. Y en este caso, el contexto sociocultural pesa demasiado.

Sé que hay personas que no reflexionan ni se plantean tantísimas cosas, que hacen lo que se ha hecho toda la vida y eso les produce bienestar, seguridad y tranquilidad. Yo no me creo mejor ni peor que nadie por tener ideas propias. Cuando tengo que decidir acerca de algo, sencillamente reflexiono, me informo, valoro, decido… En función a mi propio sistema de creencias y valores. En este punto no suelo fijarme en lo que hacen o dejan de hacer los demás. Si coincido en mi punto de vista con alguien, perfecto; si no, pues no pasa nada porque cada uno tenga el suyo. Creo que la diferencia, lejos de alejarnos nos enriquece. Cuando una idea es minoritaria, es cierto que es muchísimo más difícil de defender, pero no por ello ha de estar necesariamente equivocada. Simplemente, a veces hay varias formas de ver y hacer las cosas. Esto no debería de suponer un peligro ni una amenaza para nadie. A menudo no existe la verdad absoluta, sino diferentes versiones. Y no podemos enriquecernos con el diálogo si no estamos dispuestos a escuchar realmente, a ponernos delante de alguien que piensa diferente y estar dispuestos a aceptar esa diferencia, a mantener la mente abierta y estar dispuestos a la posibilidad de que lo que escuchamos cambie o refuerce nuestras propias ideas. Solo de esta forma prestamos verdadera atención y nos escuchamos realmente los unos a los otros.

Ante mi opinión sobre este tema, se puede optar por empatizar con el hecho de que los padres siempre quieren hacer lo mejor para sus hijos y a veces es difícil saber cómo acertar. O simpatizar con el hecho de que a veces el entorno dicta y cuesta educar de otra manera. O solidarizase con una verdad universal: todos los padres del mundo quieren que la relación con sus hijos se base en la confianza mutua… Y luego ya se puede estar o no de acuerdo con la conclusión de cada uno. Sin embargo, este tipo de respuesta elige el rechazo, el ataque y el descrédito.

Todo esto es consecuencia de un pensamiento egocentrista, en el que el mensaje o la idea que subyace es: “yo, haciendo esto, hago que la infancia de mis hijos sea buena; por consiguiente, todo el que no haga lo mismo que yo lo está haciendo necesariamente mal, y causa un efecto negativo en la infancia de sus hijos”. Es decir: yo tengo razón, los demás se equivocan. ¿Quién se cree entonces mejor que los demás?

Con este tipo de argumento se está dando por hecho que todos los niños del mundo que no creen o no tienen reyes por motivos socioculturales, religiosos, económicos, etc. son infelices. Sin embargo, hay países donde los niños ni siquiera tienen un nombre cuando nacen porque la tasa de mortalidad infantil es tan sumamente alta, que sus familias prefieren no encariñarse demasiado pronto con ellos… Mientras tanto, en los países desarrollados los adultos se empujan entre sí por rapiñear más caramelos que nadie en una cabalgata de reyes en la que este año he visto hasta disfraces de superhéroes, como si fuera un Carnaval… ¿Esto es disfrutar de la vida y dar buen ejemplo?

Adultos disfrazados de superhéroes en la cabalgata de este año.

Claro que no se puede generalizar, pero hay muchas cosas de la Navidad que a mí me irritan, me generan dudas y ponen mi sistema de creencias en tela de juicio. Por ejemplo: se utiliza demasiado a menudo el chantaje para forzar a los niños a portarse bien a cambio de recibir sus regalos, haciéndoles creer que tres magos inmortales cruzan los cielos (solo del mundo desarrollado) para premiarles con regalos, aleccionándoles inconscientemente de esta forma para formarles en el futuro como adultos que se comporten de determinada manera solo si pueden conseguir algo a cambio… Y todo esto, ¿no es hipocresía?

A todo esto se suma, el hecho de que hoy en día los niños están más cerca que nunca de la información (y la de desinformación), se les deja demasiado pronto acceder a la televisión y tener tabletas en las manos, y descubren más cosas más rápido, antes de que ni siquiera nos de tiempo a advertirles… Y no son tontos. Son niños, pero no tontos.

Comentario público en un vídeo infantil en TouTube.

Mi hijo, de 3 años y medio, al llegar a la cabalgata este año, nos dijo: “van disfrazados…”. Este tipo de respuesta inteligente pone a muchos padres en situaciones incómodas y les fuerza a mantener posturas tan ridículas como la de este padre, que fue capaz de crear toda una página web para mostrar “pruebas” de que los Reyes Magos existen, en lugar de premiar la capacidad de lógica y de observación de sus hijos con la verdad, esforzándose hasta más allá de lo razonable por seguir manteniendo un engaño.

Esto, desde mi punto de vista, confunde a los niños a una edad en la que todo lo que les dicen sus padres es creído a rajatabla porque confían en ellos ciegamente. Y luego pretendemos que confíen en nosotros y ellos siempre digan la verdad. Pero, ¿qué verdad y qué mentiras son admisibles? Y todo esto, ¿tampoco es hipocresía?

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