Da igual cómo sea tu pequeño o con qué frecuencia le den los berrinches. A partir del año de vida, todos los bebés comienzan a forjar su propia personalidad y a desarrollar su autonomía. Las rabietas son una manifestación de los esfuerzos del niño por imponer sus preferencias, deseos y necesidades. Y suelen manifestarse hasta los 3 ó 4 años. Son naturales, pero también deben ser controladas.
Qué son los berrinches

El papel de los padres
La mayor responsabilidad que tenemos como padres frente a la crianza de los hijos es ejercer la autoridad. Inculcamos valores, protegemos, cuidamos y amamos a nuestros hijos incondicionalmente. Esa es la parte amable de la maternidad/paternidad. Pero también debemos enseñar rutinas, normas, patrones de referencia, roles y orden. Todas ellas tareas menos agradables pero igualmente necesarias para lograr una convivencia saludable, armoniosa y enriquecedora. Porque de eso se trata en última instancia la vida en sociedad. Debemos criar y educar a personas que en un futuro deben ser adultos felices e integrados. ¡Los hijos no son bebés para siempre y nadie dijo que esa fuera fácil!
Y también depende en buena medida de cada niño. Cada bebé es una persona única y hay niños que se adapten con mayor facilidad a las normas, mientras otros se resisten a aceptarlas y a cumplirlas. Ahí es donde los adultos debemos mantener las normas establecidas, el límite impuesto que les enseña que no todo es posible. ¡Sin retroceder por causa del agotamiento o el mal comprendido amor!
Ser padre no es una tarea fácil. La crianza es relativamente sencilla y muy intuitiva… ¡Pero la educación es bastante complicada! Leeréis teorías y más teorías de expertos y algunas se contradirán entre sí. Al final todo se reduce a una cuestión de lógica.
Cómo actuar frente a los berrinches
Para hacer frente a los berrinches infantiles podemos utilizar ciertos recursos:
- Desvío de atención. Consiste en apartar al niño de la fuente del conflicto centrando su interés en otra cosa o actividad que le resulte más interesante. Es un recurso fácil y eficaz que resuelve la situación, pero no enseña al pequeño a aceptar las normas y los límites. La distracción puede consistir en llevar al niño a otra habitación, ofrecerle un juguete más seguro o iniciar una actividad con él. A Diego, por ejemplo, siempre le calma jugar un poco en el bidé con sus muñecos para el agua. ¡Y siempre le hace olvidarse de todo lo anterior!
- Negociación. Nos esforzamos por encontrar un punto intermedio entre la posición del pequeño y la nuestra. Es una buena opción que enseñará al niño a negociar en su futuro como adulto, pero no todos los temas incluyen esta posibilidad. Además, si su uso es muy frecuente, pierde eficacia y podría ser utilizada por nuestro hijo para conseguir sus verdaderos propósitos. Durante un berrinche, dele control al niño sobre cosas pequeñas. Por ejemplo, puede que tenga que ponerse el abrigo obligatoriamente para salir a la calle en invierno, ¿pero realmente es necesaria una bufanda?
- Elige bien las batallas librar y adáptate cuando puedas. A veces hay que ceder un poco para llegar a un acuerdo. Es imprescindible que el peque se acostumbre a ir a clase sin tener una pataleta cada mañana, pero no es necesario imponer todas las actividad lúdicas.
- Fundamentación. Es bueno para el aprendizaje de nuestros hijos comprender los motivos de las normas a seguir, pero si no conseguimos hacerle razonar, deberá acatar nuestras normas igualmente porque es más importante su bienestar que la opinión que éste pueda tener sobre nosotros.
- Elogia a tu niño cuando se esté portando bien. Es un estímulo tan sencillo como eficaz. A los niños les agrada conseguir el beneplácito de sus padres.
- Date un respiro cuando lo necesites. Túrnate con tu pareja u otro familiar cuando sientas que tu frustración aumenta y vas a perder el control de la situación.
Lo que no debes hacer
- Premio y Castigo. Dar premios como recompensas y aplicar castigos como correctivos es un recurso tan antiguo como poco recomendable. Los niños se acostumbran pronto a basar sus acciones a la espera de uno o evitando el otro sin aprender nada en absoluto. No des ninguna recompensa ni apliques castigo por una rabieta. Muchos niños prefieren ser regañados con el fin de conseguir la atención de sus padres. Hazle ver que las rabietas no cambian nada, ni a favor ni en contra… Y que lo único que consigue con ellas es pasar un mal rato él. Si tiene una rabieta porque no dejas jugar en la mesa, mantente firme. No cambies de opinión y dejes que lo haga cuando se haya calmado. Si ibáis a dar un paseo antes de que tuviera la rabieta, mantén el plan tan pronto como se calme.
- No intentes discutir con tu hijo. Mientras la rabieta dura, tu pequeño está más allá de la razón. Espera a que pase la tormenta para sentarte a charlar con él.
- No le contestes gritando. Los gritos y las rabietas nos hacen sentir enojados y frustrados. ¡Es natural! A nadie le agradan, pero intenta no participar en la rabieta. Conseguir mantener la calma puede resultar complicado en ocasiones, pero si no lo haces probablemente prolongarás la rabieta ya que la rabia y el enojo son muy contagiosos.
- No dejes que las rabietas en público te hagan sentir mal. Si tu hijo se da cuenta de que sus enojos tienen un efecto en tu comportamiento hacia él o son capaces de controlar tus planes, aprenderá a usarlos y entrará en un círculo vicioso de rabietas semi-deliberadas típicas de niños cuyas rabietas no se han manejado con eficacia. Actúa frente a cada berrinche como si fuera el primero. Ármate de paciencia y trátalas como a algo desagradable, pero completamente irrelevante en el curso de los acontecimientos de un día ordinario. ¡Sí, ya sé que no es tan sencillo como parece!
Por supuesto, esto puede ser más difícil de practicar si la rabieta tiene lugar en la calle o en un centro comercial. A muchos padres les pone furiosos que sus hijos les hagan pasar vergüenza. Bueno, por duro que sea o difícil que se nos haga, nuestros hijos son una responsabilidad exclusivamente nuestra y debemos actuar de la mejor manera para ellos. Con o sin público de por medio.
No debemos ignorar comportamientos violentos o agresivos como golpear, patear, morder o lanzar cosas. Debemos aplicar una política de cero tolerancia para este tipo de conductas consultando con un especialista en caso de prolongarse éstas en el tiempo o no saber actúar frente a ellas.
¿Se pueden evitar los berrinches?
Si el niño está enfermo, debe tomarse la medicina. Pero tal vez podamos dársela junto a su comida favorita para que le sea más fácil aceptarla. No hay ninguna ventaja en desafiar a nuestro hijo con cosas que hay que “hacer” o “no hacer”. Así sólo conseguimos ponerle entre la espada y la pared y su única salida es explotar de rabia. Recuerda que la pataleta le hace sentir mal y le hace sufrir a él también.
Paciencia y comprensión ante los berrinches infantiles
No es fácil ser un niño pequeño y no entender muchas de las emociones que nos embargan a los seres humanos. Pasar sin control de esos estados de ansiedad a explosiones de rabia resulta confuso y agotador a partes iguales. Tampoco es fácil ser madre/padre y tener que convivir con ese estado emocional tan variable y mantener el equilibrio. El tiempo y la paciencia ayudan.
La mayoría de los niños dejan de tener berrinches al alcanzar la edad preescolar. A medida crecen, desarrollan las habilidades y la comprensión necesarias para gestionar mejor las situaciones. Como consecuencia, sentirá menos frustración en su vida diaria. También podrá conocer y comprender más, y su vida tendrá menos novedades que lo asusten.
El desarrollo del lenguaje juega un papel fundamental en la desaparición de los berrinches. Los bebés lloran y patalean cuando necesitan o quieren algo porque no saben pedirlo. ¡Y tampoco pueden expresar sus sentimientos mejor de otra manera!
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