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La adolescencia, parada obligatoria en el viaje hacia la madurez

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Cuando Katia me propuso realizar una colaboración conjunta, me lleve una grata sorpresa. Ya sabéis lo mucho que me gusta tener en cuenta la psicología a la hora de criar y educar a nuestros hijos e hijas y lo importante que es para mí el aspecto emocional de las familias. La adolescencia es un periodo de la vida de mi hijo que me pilla lejos aún… pero presté toda mi atención a lo que esta experta en Terapias Contextuales me estaba contando… porque iba a llegar. La infancia es un periodo muy breve de la vida de nuestros hijos y la adolescencia llega. Sí o sí, al final llega ¡y antes de lo que somos capaces de imaginar!

Yo, que además de madre soy periodista, sé que la información es poder. Así que de igual forma que me preparé para ser la mejor madre posible para mi hijo durante su infancia (y me esfuerzo por seguir mejorando cada día para ser una acompañante digna para él durante su crecimiento y desarrollo), me pienso seguir preparando para ser un apoyo capaz, eficaz y eficiente durante su adolescencia, desde el amor y la empatía.

Así que sin más, os dejo con este guest post de la psicóloga infantil y juvenil Katia Aranzabal. Espero que os resulte tan interesante como a mí y os sirva de infinita ayuda porque, al fin y al cabo, como dice Katia: «nuestra relación con los hijos es un viaje de descubrimiento hacia nosotros mismos«.

La adolescencia: una etapa de búsqueda de la identidad con cambios físicos y emocionales 

¿Deberíamos recordar cómo es la adolescencia? Podríamos decir que la adolescencia es: cambio, conflicto, deseos, miedos, crisis y transformación. ¿Se nos ha olvidado?

Con la adolescencia empieza la búsqueda de la identidad, proyecto que a lo mejor no acaba nunca. Es decir, comienza una etapa de búsqueda de nuevos caminos que está llena de vitalidad y que invita a tomar nuevas elecciones.

Desde luego, todo esto se vive con miedo a lo desconocido y con mayor o menor resistencia al cambio. Encontrar y construir una nueva identidad no es una tarea fácil y, poco a poco, eso trae como consecuencia ver la realidad de otra manera y crear vínculos nuevos y/o modificar los que ya tenían.

Los adolescentes se llenan de ideas nuevas: «¡No sé de dónde sacado eso!» «¡Tienes la cabeza llena de pájaros!», solemos decir a menudo… Suelen ser creativos y lo viven todo como un descubrimiento. Todo este proceso de búsqueda de una nueva identidad repercute también, de forma muy importante, en la familia, donde nadie queda a salvo de este «tornado».

La separación de los padres, el primer cambio del adolescente

Por un lado, los padres tienen que entender que la adolescencia es una «separación» de ellos y que, para que esto ocurra de una forma fisiológica, deben cambiar algunas conductas con respecto a sus hijos adolescentes. Por ejemplo, deben dejar de proteger de la misma forma en que lo han hecho mientras han sido niños.

De esta forma, facilitan que sus hijos vayan desarrollando nuevas capacidades. Por ejemplo, el autocuidado. Por supuesto que los padres querrán evitarles riesgos, pero deben hacerlo a una distancia desde la cual ellos no noten que están permanentemente ahí.

Deben «soltarles» poco a poco. Este proceso les hace darse cuenta de que han perdido «control» sobre ellos, y perder el control sobre los hijos hace que los padres se preocupen, lógicamente: «¿Los hijos sabrán cuidarse?» «¿Se harán daño?» «¿Sabrán calcular los riesgos de sus decisiones?»

Esa pérdida de control debe ser progresiva. Los padres conocen bien la realidad, han sido adolescentes y, por tanto, conocen los riesgos que van a correr sus hijos. La adolescencia va abriéndose paso sí o sí, es una fuerza que no se puede evitar.

Toda esta etapa, que no se sabe cuando acaba ni cuando empieza exactamente, se vive con una carga emocional muy grande, que el adolescente experimenta como una fuerza arrolladora y esto, en cadena, repercute en toda la familia.

Cada adolescente es un mundo. ¡Paciencia!

Vivir la separación necesaria puede no ser tan fácil para los padres… Tanto padres como hijos van tomando conciencia de esta nueva situación progresivamente. Las reacciones de ambos, tanto de padres como de los hijos, dependen de muchos factores…

Por ejemplo: de las características de cada uno de ellos, del mayor o menor equilibro psicoemocional que tengan los padres, de cómo haya sido la relación padres/ hijos durante la infancia, de si los padres han estado presentes, si han sido un referente para los hijos en la infancia, de la flexibilidad psicológica para adaptarse a los cambios, de las características socioculturales y del entorno, etc.

Desde luego, también son definitivas las características propias del adolescente. Los chicos muy dependientes probablemente necesitarán buscar apoyo en otras relaciones, ya que se alejan de la relación con los padres pero, a su vez, necesitan sentirse aprobados.

Los que no han tenido un apego fisiológico con sus padres, tal vez cuestionen las figuras de autoridad, etc. Cada adolescencia es un proceso individual. Y además…

La Generación Z, nacidos con un móvil bajo el brazo

Por otro lado, los adolescentes y pre-adolescentes de los que hablamos pertenecen a la «Generación Z“. Es decir, han nacido entre 1996 y 2010. Son más de 7 millones de personas en este país. Hoy en día no existe un adolescente sin un móvil o una tablet bajo el brazo: Facebook, Instagram, WhatsApp, YouTube, Spotify, influencers, YouTubers, Netflix…

La niñez y la adolescencia son épocas difíciles y de transición permanente entre diferentes etapas, que están llenas de cambios físicos, sexuales, psicológicos, sociales… Y esta época en la que nos ha tocado vivir supone un caldo de cultivo que facilita el incremento de conductas problemáticas.

De hecho, se estima que el 20% de los adolescentes sufre algún tipo de trastorno depresivo antes de los 18 años, y 1 de cada 3 sufre trastornos secundarios al estrés.

Y es que hay cambios de paradigmas a nivel familiar y cultural, la estructura familiar que a veces se desmorona, los padres estresados o ausentes, que no tienen una salud psicológica y emocional equilibrada…

Pero ¿quien les va a educar? ¿Quién les va ayudar a construir su identidad? Tal vez creemos que llevamos siempre la razón… ¿No te molesta que sigan los consejos de un YouTuber con 1 millón de seguidores? Nos provocan, nos desestabilizan, nos cuestionan…

Nuestra relación con ellos es un viaje de descubrimiento hacia nosotros mismos, tenemos que entender a qué época pertenecen y que sus vidas no serán como las nuestras…

¿Y si pedimos ayuda?

La Terapia de Aceptación y Compromiso, a la raíz del problema

Cuando estés en medio del caos, deja un lado la necesidad de controlarlo, permite que te inunde, experimenta ese momento, trata de no controlar el resultado, afronta la corriente como viene. Leo Babauta

La Terapia de Aceptación y Compromiso pertenece a las terapias de tercera generación, que son terapias contextuales. De entre todas ellas, es la más completa. Por supuesto, tiene una base empírica y está demostrado científicamente la gran ayuda que presta tanto al niño como al adolescente y, por supuesto, a los padres.

Vamos al grano:

  • ¿Cuáles son las preocupaciones de tu hijo?
  • ¿Contra qué lucha?
  • ¿Por qué etapa está pasando?
  • ¿Cuáles son sus barreras, esas que le impiden vivir plenamente?
  • ¿Cuáles son sus miedos?
  • Por fuera parece que su conducta es agresiva, pero… ¿cómo se siente por dentro?
  • ¿Tienen conductas desafiantes, trastornos sociales, problemas de concentración o TDA-H, fobias, miedos, ansiedad, apegos excesivos, secuelas por situaciones traumáticas, problemas de fracaso escolar, problemas de atención y concentración…?

Imagina que tu hijo es un guerrero… Con esta terapia vamos a darle herramientas para que pueda realizar su viaje, en busca de su identidad, con muchos más recursos. Le enseñaremos, en primer lugar, a reconocer sus estados emocionales. Y no solo lo que siente, sino también lo que piensa: sus recuerdos, sus sensaciones, sus emociones…

Este proceso de enseñarle a reconocer sus propios eventos internos atraviesa una serie de etapas. Una vez resuelto, pasamos a enseñarle cómo distanciarse de esos eventos internos para darse cuenta que él no debe identificarse con esos eventos, porque esos eventos vienen y van, pero él siempre está ahí. Es decir, desarrollará un «Yo observador».

A continuación, trabajaremos para aumentar su flexibilidad psicológica: le enseñaremos los costes a corto y a largo plazo de sus conductas. Él recorrerá todo este proceso ayudado, por supuesto, pero él es el protagonista.

Aprenderá a entrar en calma, en la calma y en el silencio necesarios para realizar todos estos procesos. Se hará consciente de las cosas y personas que son realmente importantes para él, de sus valores, de las cosas por las que lucharía… Y adquirirá conductas alternativas de cara a que todas sus decisiones, aún cuando a veces no sea fácil, estén orientadas hacia sus valores, metas o ilusiones.

Estas terapias ofrecen resultados a corto plazo y producen cambios que duran toda la vida. Conseguimos que termine con un «compromiso» para regresar siempre de vuelta, al camino que le lleve hacia esos valores.

La adolescencia: Terapia de Aceptacion y Compromiso

Él sabe que, muchas veces, se saldrá de ese camino. Todos lo hacemos, pero con ese compromiso y las herramientas adquiridas durante la terapia, el adolescente volverá pronto a encaminarse en dirección a sus valores, y eso hará que su vida sea un viaje maravilloso.

No cabe duda de que la adolescencia es una etapa que revoluciona tanto al niño como a sus familiares, pero es un período necesario e inevitable para su transición hacia adulto. Es lógico que puedan surgir conflictos, situaciones o incluso cambios radicales de personalidad.

El papel de los padres, en ocasiones es complicado, y gestionar todas estas emociones en sí mismos y en sus hijos requiere, a veces, de ayuda. Por tanto, si necesitas algún consejo, resolver alguna duda o buscar solución a alguna situación, no dudes en buscar la ayuda de un profesional. 

 

La entrada La adolescencia, parada obligatoria en el viaje hacia la madurez se publicó primero en Una Mamá Novata.


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