La Economía de las Caricias es un enfoque psicopedagógico y una actitud de vida ampliamente estudiado y fundamentado en estudios clínicos. Determina una forma de vivir y sentir que se basa en el valor del calor humano, de la caricia. Es una forma de reinterpretar la realidad y transformar el mundo, que es posible desarrollar criando en amor y educando en nuevos valores mediante la crianza con apego.
No solo de pan vive el hombre
¿Os imagináis un mundo cuyo motor no sean los intereses económicos? Existe. No es una utopía. La teoría de la Economía de las Caricias pone de manifiesto los efectos que produce en el ser humano crecer y vivir en abundancia o escasez de signos afectivos que (para resumir y entendernos) llamamos «caricias».
Fue desarrollada en 1975 por el psicoterapeuta francés Claude Steiner, experto en Inteligencia Emocional y discípulo de Eric Berne (creador del Análisis transaccional), con quien fundó la Asociación Internacional de Análisis Transaccional (ITAA).
Steiner investigó los efectos que ejerce sobre el ser humano sobrevivir con o sin el afecto de los demás. A partir de sus observaciones clínicas en el ejercicio de la psicoterapia, llegó a la conclusión de que para la supervivencia del ser humano tan importante como el alimento, el agua o el aire es el afecto, la ternura, el contacto, la caricia.
La vida es un intercambio de emociones
El hambre de estímulos afectivos influye en la supervivencia del ser humano tanto como el hambre de alimentos. La falta de amor hace enfermar. A cualquier edad. La caricia, el abrazo, la sonrisa sincera en cambio, nos hacen estar y sentirnos vivos.
El afecto y el contacto humano influyen en nuestro desarrollo psicológico, intelectual y físico. Nacemos mamíferos, pero evolucionamos a humanos gracias a los sentimientos. A los que recibimos, y a los que regalamos a los demás.
Muchos otros especialistas han demostrado posteriormente en sus investigaciones científicas que el contacto físico, piel con piel con sus padres, es tan importante para los bebés prematuros que cuanto mayor es, más positiva es su evolución.
Por otra parte, la carencia de afecto puede provocar el retraso en el desarrollo psicológico y la degeneración física. Incluso aunque tenga todo el alimento y la higiene que, en teoría, aseguran su supervivencia.
En la actualidad, las investigaciones científicas evidencian que la ausencia de contacto físicoprovoca retraso en el desarrollo de los bebés pudiendo incluso provocar la muerte. El vínculo y el desarrollo afectivo se manifiestan fundamentales para el desarrollo del ser humano. El beso y la caricia (es decir: el cariño) son nutrientes tan necesarios como el pan o el agua.
El peligro de crecer sin «caricias»
Según Steiner, si carecemos de afecto y contacto físico, tratamos de conseguir estos nutrientes afectivos esenciales a cualquier precio. La búsqueda del vínculo afectivo (o apego sano) es innato en nuestra especie. Su ausencia puede incluso llevarnos a aceptar las llamadas «caricias negativas», ante la perspectiva de no recibir ninguna de ningún otro tipo.
¿Qué significa esto? Que somos un blanco fácil para terminar cayendo en relaciones dañinas basadas en apegos insanos (que previamente desarrollamos durante la infancia con nuestros padres), en las que soportaremos lo intolerable a cambio de una mínima dosis de afecto. Es decir: crearemos una sociedad de huérfanos y mendigos emocionales.
La capacidad de sentir es una cualidad innata en el ser humano. Necesitamos sentir para sentirnos vivos. El premio Nobel de literatura William Faulkner escribió:
Preferimos el dolor a la nada, la bofetada a la ignorancia, la pena al vacío, el desprecio a la indiferencia, el grito a la apatía. No debiéramos olvidar que nacemos hombres y mujeres, pero nos convertimos en humanos gracias a la caricias, a la ternura, a la compasión, al afecto.
El poder de las caricias
Debido al trabajo y a nuestro actual ritmo de vida, muchos progenitores dejan de lado el poder de las caricias para el desarrollo saludable de sus hijos. Steiner aseguraba que las caricias eran imprescindibles para sobrevivir:
La necesidad de estímulos es tan influyente en la armonía del desarrollo humano. que cuando no recibimos una cantidad mínima para sobrevivir, el cuerpo entra en una dinámica de enfermedad y muerte.
Esta fuerte y grave conclusión debería ser suficiente para hacernos cambiar nuestra manera de transmitir afecto a los niños.
Hoy sabemos que buena parte de las enfermedades psicológicas de Occidente tienen su principal causa en la ausencia de amor. La depresión, la neurosis o la ansiedad son solo algunos de los males generados por la carencia afectiva.
Así pues, ¿qué podemos hacer para solucionar esto? ¿Cómo construir el mundo que deseamos para nuestras hijas e hijos? ¿Cómo transmitir afecto a los niños de una manera saludable y positiva para ellos?
Hacia otra sociedad: la economía humana
Si somos capaces de imaginar un mundo más generoso, igualitario e inclusivo… entonces también podemos construirlo. Podemos crear un capital donde la inversión sean las personas y no exista el metal como moneda de cambio. Una economía humana basada en los signos de afecto.
La Economía de las Caricias es una forma de entender la riqueza distinta a lo que hasta ahora conocíamos y que nada tiene que ver con el dinero. Consiste en educar en valores para alimentar y nutrir un mundo que necesita más gente feliz. ¿Cómo conseguirlo? ¿Cómo aplicar la Economía de las Caricias en nuestro hogar?:
Brindando tiempo de calidad. A todos nuestros seres queridos. A familiares, amigos y, sobre todo, a los más pequeños y a nuestros mayores; pues en ambas etapas vitales se precisa de un mayor acompañamiento.
Regalando afecto. El afecto real no se «intercambia» (el capitalismo emocional no es amor), se regala. No busca ni espera nada a cambio. Nace de un sentimiento de paz, abundancia y salud interior. Es el único regalo que enriquece, sobre todo, a quien lo ofrece. El afecto no es solo la caricia, el beso o el abrazo. Incluye toda una actitud hacia el otro y se puede dar de muchas maneras. Transmitir, demostrar y comunicar el cariño a nuestros seres queridos (en lugar de suponer que ya saben que los queremos mucho) es fundamental.
Siendo empáticos y asertivos. Cuidar la forma en la que nos relacionamos y comunicamos con los demás nos ayuda a crecer interiormente y da ejemplo a quien tenemos en frente. A nuestros hijos, sobre todo. De nada sirve gritarle a un niño (ni a un adulto, en realidad), esto solo les infundirá malestar y temor, que les alejará de nosotros. Es mucho mejor pararse para serenarse antes de hablar sobre lo que haya sucedido que haya sido negativo o interpretado como tal. Es mucho mejor validar sus emociones y preocuparnos porque comprendan, darles un abrazo y hacerles saber que nuestro amor por ellos es incondicional y que siempre estaremos a su lado para enseñarles esas cosas que aún no saben y que, por eso, a veces no se hacen de la manera adecuada (por ignorancia, no por malicia).
Aplicando la máxima de Mahatma Gandhi: nosotros tenemos que «ser el cambio» que queremos ver en el mundo. El cambio está en nosotros porque nosotros somos su ejemplo. La transformación del mundo que queremos legar a nuestros hijos e hijas comienza en el hogar, en la crianza con apego.
Para ello, lo primero que tenemos que considerar es cómo ha sido nuestra propia infancia. En muchas ocasiones, si hemos vivido en circunstancias de carencia afectiva, podemos repetir lo mismo o pasarnos al otro extremo y sobreproteger a los niños, haciéndolos en exceso dependientes de nosotros. En el equilibrio está la clave.
El amor incondicional, nuestro mayor capital
Es posible promover la riqueza basada en la humanidad de la caricia. Y es posible promoverla cultivando el amor a nuestros hijos y el amor de ellos hacia los demás. Esa es la magia de la Economía de las Caricias, una economía que está al alcance de todos los bolsillos. Porque no nos hace falta tenerlos llenos de monedas para regalar nuestro tiempo, nuestra ayuda, nuestro afecto.
Nada de lo que hoy hagamos por ellos puede asegurar que nuestros hijos tengan el porvenir resuelto el día de mañana… Pero sí hay algo que podemos hacer para ayudarles a conquistar la libertad y la felicidad: amarles y enseñarles a amar. Eso sí puede hacerles inmensamente ricos desde ya. Porque el amor es nuestra mayor riqueza. El mejor legado que les podemos dejar a nuestros hijos. El mejor mensaje que ellos pueden propagar por el mundo.
Es importante enseñar a nuestros hijos que nuestros sentimientos son nuestro capital más importante y que tenemos que ayudarnos siempre los unos a los otros, que nunca es una pérdida de tiempo tender una mano amiga porque la del cariño es la única economía en la que cuanto más gastas, más ingresos te genera.
El amor que le damos a un niño cuando es pequeño marca el resto de su vida y hará que él a su vez entregue cariño a las personas que se crucen en su camino, haciéndoles a él y los demás más felices, más plenos, más ricos. Así que…